Conozco el nombre AUGUST FÖRSTER más que de sobra desde que era joven. Todas las clases de piano que recibí en la Escuela especial de Música y en el Conservatorio Estatal de Leningrado fueron siempre en un piano de cola de AUGUST FÖRSTER. En la Unión Soviética, AUGUST FÖRSTER era la principal marca de importación de pianos. Las mejores clases del conservatorio, pero también de las escuelas de música contaban con pianos de esta marca. Cuando me preguntaron si me gustaría tocar en la empresa AUGUST FÖRSTER en Löbau, fue como una revelación. De pronto regresaron a mi mente un sinfín de recuerdos y asociaciones de aquella época. Para mí ha sido un auténtico placer y privilegio poder tocar aquí en este maravilloso instrumento. Por aquel entonces, cuando estudiaba en Leningrado, jamás hubiese imaginado que un día visitaría Löbau. He tenido la oportunidad de disfrutar de una fantástica visita guiada por la planta de producción. Es verdaderamente fascinante observar cómo, a partir de madera en bruto y hierro fundido, surge tal maravilla. Algo realmente asombroso. No obstante, también me hizo pensar en otra cosa. Nuestra vida está cada vez más marcada por las que llamamos «altas tecnologías» que, si bien nos brindan posibilidades insospechadas, también pueden resultar muy peligrosas. Pueden salvar vidas, pero también pueden destruirlas. Durante mi visita, al ver aquí las antiguas herramientas y máquinas (seguramente las mismas que un día fabricaron los pianos de cola que yo mismo toqué), así como las personas que poseen toda esta experiencia y conocimientos acumulados durante décadas y que trabajan la madera y el metal, pensé: esta tecnología es claramente tan positiva, tan humana y está tan claramente dirigida a conservar nuestra sustancia humanística que esta claridad es ya de por sí reconfortante. Por ello, considero que lo que aquí se hace es sumamente valioso. Es la base de nuestra cultura y la condición necesaria para que esta cultura siga existiendo.
Jascha Nemtsov, agosto de 2021